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Besé tus pechos llenos de fragancia, la tarde dulce con las cigüeñas, a través de mis labios aterrizaron suavemente en tu alma. Escucho las voces de las lagartijas marcando los ritmos, o el caer de las gotas de agua en la tinaja de nuestra casa.

Retratos, frutas y sueños. Y así, los orígenes tan cercanos, cuando se vuelve ya a al final de la vida, o espera la siguiente reencarnación. Apenas el alma reencarna, donde se detuvo el espacio adorar, a continuación, oculto en vuelo flota inmóvil fetichismo. Cuando la cuenca ha cambiado un espacio de generación y hierba en la tierra destellos, destellos. Desde un vuelo. Como toda la espera silenciosa. Entre el espacio misterioso e inmenso. La escoba sin piedad hizo temblar la calle. Los dientes afilados para peinar cavan las raíces del pelo. Los labios solitarios buscan los pechos.

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Nos es transmitido desde la antigüedad. A partir de un vuelo nace el fuego. Hay chispas de carbón que caen en las heridas ardientes. Veo a través de las mi pecho que las nubes grises lentamente se clarean. Las huellas del amanecer. Las agudas olas, el horizonte estaba roto. La mañana surge desde la frontera borrosa. En una gota de niebla a la deriva hincha agitado.

A pesar de intentar esconder los diez dedos de fuego. Las cuchillas de viento fragantes en los oídos. Aplicando al imaginar de la hierba silvestre. Mis carnes palpitando con tus huellas. Cada vértebra por separarse sopla los instrumentos de viento.

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Variaciones en la noche lluviosa. Ya hizo la lluvia. Y los ecos del trueno. El germen del brote desnudo en la oscuridad. Tratando de ocultar la aridez del suelo desnudo. Al buscar las raíces en el pecho. A lo largo anhelo. Y los recuerdos. El sombrero cónico, una capa de paja o los rayos a través de la barra de cielo. La noche se ha acostado en cada tumba.

A la frescura juntos. Y resuenan a la vez. Los sonidos se desvían en un sueño profundo. Rompiéndose los sueños al revés. En el agua de lluvia fresca - floraciones de hojaldre - sonaron. El ritmo del otoño. El otoño suelta miles de barquitos. Hay perchas como mano invisible en mi hombro.

Mucho más que documentos.

Las dos costas se templan nerviosas. Las gotas de lluvia se rompen desde los sueños de verano. La hierba alzó vacilante y dio la bienvenida a cada gota.

El azul llega en los huecos de los ojos sin neblinas. De aquí a la costa estaba cerca curiosamente. Sin embargo, se vacilan todo el otoño. Quién se hundió en colores de la flor enamoramiento. Hacer que la otra barca se vuelva a buscar. Ruidos de la puerta. Resuenan en los sueños como truenos. En la vieja cama. La extensa tierra se vuelve de nuevo. Que huele los campos brumosos. Se mezclan con los sudores las ropas de la cama. El destino de garzas. Esta hundido en los mosquiteros sueltos. Inclinados los arados justo a la rodilla. Los aluviales inundados oídos.

En los puños llenos de camarones y pescado. Los deslizamientos rompen las costas. Se calma y recordado en el delirio. Era el sonido de un trueno antes de azadas. Los rayos se van sin ecos. Los caminos altivos. La llovizna respira. Se levanta la tierra para que las hierbas crezcan. Sopla la humedad en su lugar la descomposición. Las almas luchan por su reencarnación.

Las hierbas cola de perro como banderas en el sendero. La casa fue puesta en su sueño de otra casa. Las aves escuchan un sonido de clic entre los troncos del fusil, cubriendo las nubes asadas en la puesta de sol ardiente.

La ostra abre la boca estrangulada de humos por la discusión de la inmortalidad del agua y el barco, brevemente. Las cuerdas de tiempo se extienden. Se explota el suelo duro. Las llamas suben desde las nubes. Hablando tanto sin lograr las voces.

La aldea. El agua desliza las sombras de la laguna en lo alto.

La senda entreabierta. Las raíces mantienen el suelo. Las carreteras riegan los pechos perfumados. Se conectan los rostros con cabezas.